Fourteenth Sunday in Ordinary Time (C)

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LOS FRUTOS DE LAS MISIONES

Si durante la Semana Santa ha llamado a la puerta de tu casa una familia misionera para invitarte a renovar tu fe en Cristo resucitado, podrás entender mejor el contenido de este Evangelio, en el que Cristo envía a sus discípulos de dos en dos con la misión de anunciar al mundo entero que el Reino de Dios está cerca.

1.  No son pocos los cristianos que aceptan el mensaje de Jesús, sin embargo no todos sienten la necesidad de llevarlo a los demás. Se han acostumbrado a pensar que ésta es una tarea que corresponde a los sacerdotes o a las religiosas como especialistas de la evangelización. El concilio Vaticano segundo nos ha recordado que "a los laicos les corresponde una tarea misionera en este mundo secularizado, en los lugares de trabajo, en medio de las calles, en las grandes ciudades".

2.  Entre los primeros cristianos era muy viva la conciencia misionera, y San Pedro recuerda que es numeroso el grupo de generosos colaboradores que hay en Roma y son hombres, mujeres, familias enteras. Gracias a ellos el cristianismo se difundió, de persona a persona, velozmente, por los caminos del imperio romano. Sentían como urgente e imperiosa la exigencia de compartir con otros su propia fe.

3.  El misionero que lleva el mensaje de Jesús transmite la paz. La paz cristiana es la felicidad que brota del encuentro con Dios. Es ésta la primera actitud que debe adoptar el seguidor de Jesús en cualquier lugar donde se encuentre: dar la paz. En nuestro lenguaje de todos los días "paz" se traduce como ausencia de conflictos, pero en el Evangelio significa la plenitud de los bienes que el Mesías trajo a la humanidad.

El Papa Juan XXIII decía que "un mundo pacífico es aquel en el que no sólo hay orden y unidad, sino sobre todo donde hay justicia y caridad". En la práctica la paz es el arte de estar de acuerdo. Sólo es posible conquistarla con la capacidad de perdonar, la disponibilidad al sacrificio, la entrega generosa, la comprensión de los demás, la apertura a todas las sensibilidades. ¿Está en paz nuestra alma?

Decía Gandhi que "la violencia es el arma de los débiles y la no violencia el arma de los fuertes". En realidad el arma de los fuertes es el amor. Es el poder que cohesiona porque primero elimina todas las injusticias. A todos nos impresiona cuando vemos a una persona que es capaz de mantener la paz y la serenidad en situaciones en las que de costumbre se piensa encontrar sólo angustia y temor. ¿Cómo calmar el ansia, la inquietud, el nerviosismo, la turbación, el miedo? Jesús nos dice: "¡que no tiemble vuestro corazón!" El remedio es la confianza en Dios.