Seventh Sunday of Easter (A)
A Pascua VII EL CIELO ES UNA FIESTA
La fiesta de la Ascensión del Señor, que hemos celebrado el jueves, nos invita a seguir mirando al cielo como la meta a la que queremos llegar también nosotros siguiendo los pasos de Jesús. ¿Nos hemos preguntado alguna vez qué es el cielo? El Evangelio de este domingo nos da una respuesta sorprendente: ¡La vida eterna consiste en conocer a Dios Padre y asu hijo Jesucristo!
Hermanas y hermanos:
1. Jesucristo nos ha hablado también del cielo como una fiesta; y nosotros hemos sido invitados a entrar en la sala. La razón de nuestra vida es llegar al cielo. Sabemos que vamos a morir para después resucitar al final de los tiempos y seguir disfrutando la felicidad del cielo. Hacia allá debemos dirigir todos nuestros esfuerzos. Buscar la felicidad sólo en esta tierra y concentrar todos nuestros esfuerzos en las cosas materiales, sería perder de vista el cielo.
En cambio, poner el corazón en "los bienes del cielo" significa poner a Dios en primer lugar en nuestra vida y amarlo sobre todo lo demás. Ponerlo antes que nadie, antes que nada y, sobre todo, antes que uno mismo. El y su voluntad primero que mi "yo". Así podremos ser candidatos a una resurrección de vida, porque hemos sabido estar atentos a los "bienes del cielo" y hemos puesto a los de la tierra en su justo lugar: después de Dios.
2. Mientras vamos por el camino de la vida vemos ya las luces y oímos la música de esa fiesta. La vida en esta tierra es la antesala de la vida eterna. No fuimos creados sólo para instalarnos en la sala de espera, sino para el cielo donde estaremos con Cristo, resucitados como El, en cuerpos gloriosos. Esta es la base firme de nuestra esperanza cristiana. Esta vida es un viaje y Dios nos ha equipado con todo lo necesario para llegar al cielo. Lo más lógico es que tengamos que sacrificarnos un poco para llegar a nuestra patria y gozar de la herencia que Dios Padre nos tiene reservada. Pero puede ocurrir que nos olvidemos de todo ello y convirtamos nuestra vida en una sala de placeres y diversiones, pero )por cuánto tiempo?
3. ¿Por qué no disfrutar ya por adelantado de la alegría de la vida eterna? Dependerá de nosotros el hacer que la tierra se convierta en un cielo, viviendo y predicando la buena noticia del amor. Esta era la invitación del Papa Juan Pablo II: construir entre todos la civilización del amor. Me impresiona aquella frase del novelista francés Georges Bernanos: "El infierno es no amar". Efectivamente, no amar, es el punto más alejado de Dios. Por el contrario, el cielo es el amor poseído en plenitud. Ya en esta vida podemos experimentar fragmentos de cielo o de infierno.
En la medida en que amemos a Dios y a los hermanos, realizaremos la alegre experiencia del cielo. Por el contrario, si nos alejamos del amor de Dios y no amamos a nuestros hermanos, el infierno ya se hace presente en medio de nosotros.
Easter VII Heaven Is a Joyful Celebration
The celebration of the Ascension of our Lord that we have fêted this past Thursday invites us to continue to seek and pursue Heaven as our ultimate earthly endeavor, following the path and footsteps of Jesus Christ. Have we not repeatedly asked what Heaven is likely to hold for us? This week's Gospel readings provides us with a surprising answer... "Eternal life simply consists of getting intimately acquainted with Our Lord, The Father; and his son, Jesus."
Brothers and sisters,
1. Jesus Christ has spoken as to the great rejoicing that awaits us in Heaven; and we have been warmly invited to come into his quarters! The reason for our existence is to seek Heaven. We are all aware of our impending earthly demise only to be raised during the final judgment to then reap the joy of our heavenly reward. Our efforts should be focused and directed to that end. Toiling for happiness just for this lifetime will only serve to seek materialistic rewards that are surely to distract us from our journey towards a heavenly destination.
2. Perhaps placing the "Benefits of Heaven" in our hearts means having our Lord as our primary purpose and loving Him above all else. He must come first, before one and all, especially before our very selves! He and His Will above me, or my desires. Then we shall become candidates for a renewal of life and spirit, being aware that "The Benefits Of Heaven" have guided our lives towards placing the Lord above all of our earthily desires: Our Lord first and foremost; then all others.
3. While traveling through life's meandering journey we can begin to see the joyful sights and sounds of such a celebration. Life on this earth is but a prelude to "eternal life". We were not created to spend our time just in a waiting room, but to unite with Christ in a heavenly paradise, reborn in HIM, in a glorious existence. This constitutes the fundamental foundation of our Christian faith. Our life is but a voyage in which our Lord has furnished us with all of the necessary devices for us to attain a heavenly destination. It is only logical that some personal sacrifice be required of us to reach our place in order to enjoy the rightful inheritance that the Lord Father has reserved for us. But it is very possible that we stop thinking about all of it and convert our life into a room of pleasures and diversions, but for long a period of time?
4. Should we not anticipate and enjoy the sheer elation and bliss of "eternal life"? It is incumbent upon us to live our lives here in a heavenly state by preaching the good news that LOVE provides. That was the invitation that Pope John Paul II extended to all of us: Building a generation of Love together as one. It vividly calls to mind the famous French novelist Georges Bernanos: "Hell is a place defined as devoid of any love". The inability to love is where we are totally removed from God's glorious presence. On the other hand, heaven is love in full bloom and overflowing abundance. Thus in this life, we get to sample fragments of both heaven and hell.
In the measure by which we love God and our brothers, will we be able to experience the eternal joy of heaven. However, if we choose to distance ourselves from our Lord's never-ending love and do not love our own brothers, hell will have already found a place within our midst.
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